miércoles, 4 de septiembre de 2013

La aventura millonaria.

CAPÍTULO 5: CENTRAL PARK, EN BUSCA DEL ÚLTIMO SOBRE

¿Cómo que más participantes? ¡Eso no me lo habían dicho! Me cagué en todos los demás concursantes. ¿Ahora resultaba que tenía que competir con más gente? ¡Venga hombre! Si hubiera sabido eso desde el principio seguramente no hubiera aceptado, pero yo pensé que dependería todo de mí, y entonces acepté. ¿Cuántas posibilidades había ahora de que ganase?
En fin, cené, y cuando acabé de cenar me fui a la cama, no tarde en dormirme.
Al día siguiente fui a trabajar como siempre. Cuando acabé de trabajar me fui a casa, comí y me eché la siesta. Luego me fui al gimnasio toda la tarde, quería estar ocupado para no pensar demasiado en el concurso. Pero seguía enfadado por no haberme dicho desde un principio que había más concursantes. Está bien, era un concurso, y en los concursos hay más concursantes, pero pensaba que cada uno tenía su tesoro, si lo conseguía bien, y si no pues no. Pero ahora resultaba que solo había un tesoro que tenía que ser disputado por todos los participantes.
Cuando salí del gimnasio me fui a casa, cené y vi la televisión. Estaba impaciente por ir a Central Park. Hoy era el día, se ganaba o se perdía. ¿Tendría que llevar algo? Era de noche y necesitaría alguna linterna, pero en la carta no ponía nada. No me preocupé mucho por eso, porque en caso de que no nos dieran nada, llevaba la linterna del móvil. 
A las once y media me empecé a preparar y a las doce menos veinte salí de casa. El Central Park estaba un poco lejos pero por la noche no había mucho tráfico. Llegué allá a las doce menos cinco. Ya había gente allí, fui el último. Todo el mundo me miró al llegar, reconocí a algunos de los demás participantes. Estaba Amanda Jones, propietaria de una empresa muy famosa de colchones, Erik Spencer, un millonario de la zona y Stephen Heller, un estilista de famosos también con mucho dinero. A los otros dos no los conocía.
Al cabo de cinco minutos, a las doce en punto, se nos acercó un señor vestido de negro:

-Buenas noches concursantes.-el hombre hablaba con una voz muy grave- Podéis llamarme El Cazador, y vengo a explicaros un par de cosas. Esta noche se decidirá quién es el ganador. Como bien les indicó la anterior carta, el último sobre está situado por los alrededores del Lago de Harlem, habrán de buscar por ahí. Pero no estarán solos, yo les acompañaré en este viaje, y no seré precisamente quien les ayude. A las doce y cinco ustedes saldrán de aquí corriendo a buscar el último sobre, y a las doce y diez saldré yo.-entonces El Cazador sacó una pistola de la chaqueta y todos lo miramos asustados- No se alarmen, esta pistola no mata, solo dispara dardos tranquilizantes. Si yo les disparo con esto no se despertarán hasta dentro de diez horas, momento en el que ya no habrá ninguno de nosotros en Central Park. En caso de que yo derribe a los seis y nadie coja el sobre, el premio no será para nadie y se irán ustedes a casa sin nada, pero, como habrán perdido, se les retirará todo el dinero de sus cuentas como se dijo menos al último que hubiera quedado en pie.-luego El Cazador sacó seis bolsas pequeñas de esas que se ponen en la espalda con varios objetos dentro- Dentro de esta bolsa tenéis lo que necesitáis; una linterna, un mapa de Central Park, una cuerda, una aguja médica con tranquilizador, una bomba de humo para despistarme a mí o a quien queráis y un pequeño escudo de metal para parar mis dardos si podéis. En cuanto yo toque el pito, podréis salir en busca del último sobre.

¿Un mini escudo? ¿Una bomba de humo? Esto parecía un juego de rol. Solo faltaba que nos diesen una espada para luchar contra nosotros. De repente el hombre gritó que nos preparásemos, así que saqué la linterna de la bolsa, me colgué la bolsa en la espalda y me puse en la puerta del parque. El Lago de Harlem estaba hacía el oeste, así que cuando cruzara la puerta tenía que ir hacía la izquierda.
Entonces nos pusimos todos en posición para salir y el hombre de negro pitó. Salimos todos disparados hacía la izquierda. Cogimos todos la calle que iba directa hacía el Lago Harlem.
Cuando llegué allá me fui hacia la izquierda otra vez. Conmigo iba Erik Spencer, el millonario. Él buscaba por la zona pegada al lago y yo por la zona que daba al bosque. Entonces oímos un disparo, no nos lo habían explicado pero sabíamos exactamente lo que pasaba, El Cazador había salido.
Empecé a caminar más rápido pero sin dejar de buscar, y Erik Spencer hizo lo mismo. Empecé a pensar que me estaba siguiendo, lo más probable es que me siguiera y en un momento en el que estuviera despistado me atacaría por la espalda. Y entonces se me ocurrió una cosa. En un momento en el que Erik no miraba me escondí rápidamente entre los arbustos y el follaje. Cuando Erik se giró, no vio a nadie y me empezó buscar con la mirada. Pensando que me había ido más para delante, avanzó y se puso delante mío. Momento que aproveché para salir de los arbustos y lanzarme encima suyo. Lo inmovilicé en el suelo y le até las manos con la cuerda de la bolsa. Una vez atado lo arrastré hacia los arbustos. Él no paraba gritar, así que, como sobraba un trozo de cuerda, lo corté y se lo até en la boca para que no pudiera hablar o gritar muy fuerte. Puse a Erik en una zona con mucho follaje para que no se pudiera mover mucho, si lo hacía se pincharía con unas zarzas que había al lado, así que hasta que no se pudiera desatar no podría salir de ahí.
Se lo que estaréis pensando, que tramposo que eres, pero yo soy así. Además, si no lo hubiera hecho yo, me lo hubiera hecho él a mí.
Seguí buscando por el camino, cuando de repente oí un grito, y luego se apagó. El Cazador debía de haber pillado a una de las chicas. Entonces oí que alguien pisaba una rama, y me giré rápidamente para ver quién era, y vi a Stephen Heller unos metros más para atrás. Vino a mí corriendo y me dijo que estuviera en silencio, que el grito de la chica se había oído muy cerca y que El Cazador estaría por allí. Hicimos un pacto, decidimos escapar del Cazador juntos. Corrimos hacia la otra punta del lago y allí nos encontramos con Amanda Jones. De repente vimos una silueta correr hasta nosotros, la esperamos pensando que era otro de los concursantes, pero cuando estaba a cinco metros de nosotros levantó una pistola y todos nos pusimos a correr, era El Cazador. Pero él era más rápido que nosotros y cuando nos giramos para ver dónde estaba, lo vimos delante nuestro. Estaba apuntándonos con la pistola de dardos y, como vi que iba a apretar el gatillo, cogí a Amanda Jones y la tiré contra El Cazador, de manera que cuando apretó el gatillo, el dardo le dio a Amanda y esta callo encima del Cazador. En ese momento le dije a Stephen que corriera y salimos corriendo los dos hacia el bosque.
No paramos de correr hasta que no oímos nada detrás nuestro. Entonces observé que estábamos dentro de un circulo de árboles. Había ocho árboles haciendo un círculo perfecto y nosotros estábamos justo en el centro del círculo. Más allá del círculo sólo se veía vegetación. Y de repente se me ocurrió una idea. Podíamos atraer a El Cazador hasta dentro del circulo y tenderle una trampa. Nosotros nos esconderíamos por la vegetación de alrededor y cuando El Cazador estuviera dentro del circulo le tiraríamos el dardo y le ataríamos con la cuerda de Stephen.
Cuando lo tuvimos todo preparado, Stephen pegó un grito y inmediatamente se escondió entre los arbustos. Yo había trepado a un árbol para poder apuntar mejor al Cazador. Tenía dos dardos, el de Stephen y el mío, por si acaso. Al cabo de unos cinco minutos ya oímos pisadas que se acercaban y me dispuse a disparar. Pero no llegó nada. Estaba sudando, sabía que en cualquier momento podía aparecer El Cazador y dispararnos, y entonces ya estaría todo perdido, me arruinaría y todo por lo que habría luchado se habría desvanecido. No sé en que estaba pensando al aceptar la invitación. ¿Qué me impulso a hacerlo, a participar en esta locura? A si, el amor...
De repente oí un disparo y me puse muy nerviosos. Stephen no podía haber sido porqué yo tenia su dardo, y entonces lo miré para ver que pasaba. Lo miré, pero no se movía. Yacía inmóvil en el suelo con un dardo clavado en el cuello. Entonces me entró el pánico, El Cazador había sido más listo que nosotros. ¿De verdad habíamos sido inútiles al creer que podíamos engañarlo? En un momento así ya no sabía que pensar. Y entonces lo vi, vi al Cazador. Estaba en el centro del círculo mirando haber si veía a alguien más, pero no fui capaz de disparar. Tenia miedo, por primera vez en mi vida tenía miedo. Y como no sabía que hacer, esperé. Esperé a que El Cazador se fuera, a que esa pesadilla acabase, y a que abriera los ojos y me encontrara en mi cama como cada mañana. Pero no fue así. El Cazador al final acabó por marcharse, pero yo no bajé del árbol. Incapaz de moverme oí como disparaban al penúltimo concursante, y sabía que yo iba a ser el próximo si no empezaba a moverme, era el único que quedaba y por tanto El Cazador solo tenía que buscarme a mí.
Bajé del árbol y cogí la bolsa de Stephen. En ella había una cuerda, una bomba de humo, el escudo, la linterna y el mapa. Lo puse todo en mi bolsa de manera que ahora tenía más cosas.
En lugar de salir al camino, me desplacé por el bosque, así tendría más posibilidades de esconderme y escapar en caso de necesidad.
Cuando llevaba unos pocos metros vi una cosa amarilla en uno de los árboles, mire mejor y vi que era un sobre, un sobre amarillo, el color del oro, del tesoro. Subí inmediatamente al árbol y cogí el sobre. Ya lo tenía, ahora solo me faltaba escapar de ese infierno de parque. Corrí por la vegetación siendo consciente de que hacía mucho ruido, pero me daba igual. Solo quería salir de ese parque cuanto antes. En cuanto divisara el camino que iba directo a la salida, iría corriendo hacia allí. Pero de repente me paré y escuché...pisadas. El Cazador me estaba persiguiendo. Me escondí en los arbustos y esperé. Al cabo de poco llegó El Cazador. Saqué de la bolsa los dardos silenciosamente y lo apunté. Esta era mi única oportunidad, si fallaba, El Cazador sabría donde estaba y me dispararía cuanto antes, y todo habría acabado. Estaba en juego mi dinero, cosa con la que no solía jugar. Estaba en juego mi amor, cosa que deseaba desesperadamente.
Así que no me lo pensé más y disparé. Y le dí. Pero no le dí en el cuello, ni en el brazo. Si no en la pierna. Así que no le hizo mucho efecto y continuaba en pie, y venía hacia mí. Corrí hacia el camino, sabía que allí podía darme más fácilmente pero podría correr mejor. Mientras corría saqué el segundo dardo de la bolsa y en un movimiento casi suicida me giré, apunté al Cazador que me perseguía y le disparé. Esta vez le dí en el pecho, y cayó. No sé si se quedo inconsciente o no pero me daba igual, solo quería llegar a la salida.
Y lo conseguí.



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