miércoles, 23 de abril de 2014

Frase

-"Los lectores tenemos el don de ver miles de mundos de fantasía donde otros solo ven un objeto de papel." (Anónimo)

¡Feliz Día del Libro!

domingo, 20 de abril de 2014

Boulevard of broken dreams.

Las frías gotas de lluvia recorrían sus mejillas hasta caer al suelo, hoy, el cielo lloraba. No llevaba paraguas, no le hacía falta, ya todo le daba igual. Recorría las calles vacías de esa triste ciudad sin rumbo fijo, ya no tenía a donde ir. Esa era la ciudad donde había nacido, donde se había criado y donde había crecido, sin embargo, no la reconocía. Cada calle, cada esquina y cada rincón le parecía nuevo. Caminaba mirando al suelo, observando su reflejo en los charcos de agua, ya no le importaría si se chocaba, se caía o se dañaba, lo había perdido todo. No tenia nada.

Todos sus proyectos se habían desvanecido, todo el futuro que había planeado, se había ido. Lo habían abandonado como aquél que tira un papel al suelo, sin importarle qué le pasará o quién se lo encontrara. Así se sentía. Todo rayo de esperanza había huido.

Ahora estaba solo, completamente solo. Nadie al que pudiera pedir ayuda, nadie con quien compartir sus penas, ni un solo hombro en el que llorar, no quedaba nadie. En esos momentos le hubiera gustado tener alguien con el que al menos hablar. Pero no había nadie en la calle, sólo putas, borrachos y enamorados, nadie decente.

Así, sin donde caerse muerto, Billie decidió ir al lugar donde se le escucharía, al lugar donde ahogaría todas su penas en alcohol, el lugar donde gastaría sus últimos diez euros, el único lugar donde, en estos casos, te puedes dirigir. Lo conocía bien, sin embargo nunca había entrado. De pequeño, lo veía desde la acera de al lado, su madre no le permitía acercarse más, le decía que era el lugar a donde iban las personas a las que ya no les quedaba nada en esta vida, las que ya no tenían nada que perder, a gastar sus últimos ahorros en bebida, justo lo que él iba a hacer...


El Bulevar de los Sueños Rotos.




Ya no le quedaba nada, ya no le quedaba nadie. Ese era su lugar. 



sábado, 12 de abril de 2014

El pájaro.

EL DESEO DEL PÁJARO.


El pájaro volaba, el pájaro observaba. El pájaro sabía todo lo que ocurría en ese lugar, sabía cuándo y cómo ocurrían las cosas. El pájaro llevaba ya tiempo en ese lugar, llevaba tanto tiempo que se podría decir que el pájaro crió ese lugar. No obstante, el pájaro estaba triste, muy triste. El pájaro volaba, sí, pero no era libre. El pájaro no había salido nunca de ese lugar, y deseaba ver aquello que ocurría fuera de esas fronteras. Quería viajar, quería aprender, quería disfrutar y quería explorar. Quería visitar todos aquellos lugares de los que tanto había oído hablar. Era lo único que deseaba. 

LA OPORTUNIDAD DEL PÁJARO.


El pájaro se ahogaba en su rutina, tenía ese lugar muy visto. Así que decidió aprovechar cuando nadie miraba, cuando nadie le prestaba atención, para marcharse. Marcharse lejos, muy lejos, por fin cumpliría su sueño. Volaría alto, muy alto, y observaría desde las estrellas todo aquello que no podía volar. Exploraría nuevas ciudades, nuevos bosques, nuevas montañas, nuevos lugares. Conocería más pájaros como él, espíritus libres que también habrían decidido marcharse. Sería cómo aquellas aves que veía venir en otoño e irse después, libres y sin ataduras. Siempre les había tenido envidia, ellas viajaban de un sitio a otro, todo el año viajando, todo el año descubriendo, justo lo que él haría.

EL PÁJARO NO VUELA.


El pájaro partió, sin avisar ni decírselo a nadie, partió solo, con la única compañía de su sombra. Pero apenas llevaba unas manzanas cuando algo lo retuvo. No sabía decir el qué ni porqué, pero así lo hizo. Una fuerza lo atraía hacia ese lugar, su lugar, y era más fuerte que él. No podía avanzar, la fuerza se lo impedía, pero él ansiaba su libertad. El pájaro desesperó y, en un último esfuerzo por conseguir su libertad, utilizó todas sus fuerzas en vencer lo que lo retenía, pero no consiguió vencerlo.
El pájaro, agotado, cayó, cayó precipitadamente hasta tocar el suelo y, de la caída, sus alas se rompieron. El pájaro acababa de agotar todas las posibilidades de ser libre, sin vuelo no hay libertad.


Ahora el pájaro era esclavo de ese lugar.