miércoles, 28 de agosto de 2013

La aventura millonaria

CAPÍTULO 1: LA CARTA

Sabía que me quedaba poco tiempo, pero aun así me arriesgaba. No cabía duda, debía estar por ahí. Lo sentía. Seguía buscando, pero no lo encontraba. ¿Dónde estaría? ¿Tan difícil era encontrarlo? ¿Porqué no lo encontraba?

(Dos semanas antes)

Me desperté como un día cualquiera, sabiendo que, como siempre, aquel día volvería a triunfar. Yo era el jefe de unas grandes empresas de Nueva York y, como jefe, ganaba mucho dinero. Tenía la vida que cualquiera podía envidiar: un buen trabajo, una casa enorme, dinero a montones... Sólo había una cosa que yo podía envidiar de los demás, el amor.
Nunca encontré el amor, no sé muy bien porqué, pero así fue. No fue por mi cara (yo no soy feo, ni mucho menos), fue por mi forma de ser. A la gente no le gustaba cómo les trataba, les hacía sentir inferiores, y por eso cuándo era pequeño casi no tuve amigos. Pero eso ahora me da igual, mírame a mi, y mírales a ellos. Soy mejor, en todos los sentidos. Siempre supe que triunfaría, lo tenía claro. No sacaba buenas notas y en la escuela siempre me decían que no llegaría a nada en la vida. Pobrecitos... me dan pena, seguro que ahora se están pudriendo en sus sucias casas y yo aquí, en mi chalet, esperando a que me traigan el desayuno unas buenas criadas a las que me podía follar en cualquier momento. ¿Quién es el mejor ahora?
En fin, me levanté de la cama y me fui a lavar los dientes. Luego me dirigí a la cocina para desayunar unos excelentes huevos fritos con jamón y zumo de naranja. Después, decidí que nadaría un poco en mi piscina antes de ir a trabajar. Total, yo era el jefe, podía llegar cuando me diese la gana y nadie tendría porqué decirme nada. Cuidaba muy bien mi silueta, por si algún día ese amor tan esperado se decidía a aparecer.
Después de hacerme unas cuantas piscinas me vestí y me preparé, cogí el coche y me fui a trabajar. Las empresas estaban en el centro de la ciudad, unas calles más abajo del Empire State. Aparqué el coche en el aparcacoches de la empresa y cogí el ascensor.
El edificio tenía quince plantas, y mi despacho estaba en la planta trece. Los viajes en el ascensor se me hacían interminables, y aún me gustaban menos cuando había gente conmigo, no soportaba las típicas conversaciones de ascensor. En la planta 4 se metieron en el ascensor dos hombres, pero por suerte estuvieron calladitos todo el viaje.
Cuando llegué a mi planta me dirigí a mi despacho y justo cuando me senté en mi silla llamaron a la puerta. 
-Pase.
-Señor, el Sr. Stevens dice que cómo no le pague lo que le debe en cuatro días lo denunciará de inmediato.
-Que pesado es este hombre. Que me denuncie, haber quién tiene el mejor abogado aquí.
-Entendido señor.
-Y Diego... tráeme un café.
-De acuerdo señor.
Había algunos clientes que me tenía harto. Todo el día pidiendo que les pagara, ¡pues ya pagaré cuando me dé la gana! Total, no creo que necesiten ese dinero.
Cuando acabó el día me fui a casa directo. Tenía ganas de descansar. 
Llegué a casa a las ocho y media, había cogido mucho tráfico. Es lo que tiene Nueva York, que nunca llegas puntual a nada. Me cambié de ropa y me dí una ducha de agua fría. Justo cuando salía de la ducha llamaron al timbre, y puesto que había mandado a la criada a hacer la compra y la otra estaba de vacaciones, tuve que ir a abrir la puerta yo mismo. Cuando abrí la puerta no vi a nadie. "Que extraño" pensé. Pero fijándome bien encontré un sobre encima del felpudo. Cogí el sobre y me fui al sofá a abrirlo. Lo abrí y lo leí: 

·Señor García, ha sido usted seleccionado para uno de nuestros concursos V.I.P. En que solo puede participar gente con un estatus social elevado. El concurso consiste en buscar un tesoro. Con tesoro nos referimos a un maletín lleno de dinero, mucho dinero. Si usted gana el concurso se le entregará el maletín y se le concederán tres deseos, podrá usted elegir lo que quiera ya que somos una entidad muy poderosa. Pero si pierde, le retiraremos del banco todo su dinero actual. Si está usted dispuesto a participar, habrá de reunir-se con uno de nuestros hombres en la puerta del Village Vanguard, en la Séptima Avenida, el jueves a las 12:30 a.m. El hombre le dará un sobre con las siguientes instrucciones. Si usted coge el sobre ya no habrá vuelta atrás. Reconocerá usted a nuestro hombre por una pajarita azul que llevará y una rosa blanca que tendrá en el bolsillo. Tiene hasta el jueves para decidirse.
Firmado: Concursos y apuestas V.I.P 

Me quedé atónito. ¿Un concurso? ¿Yo? ¿Mucho dinero? Era tentador. Pero si perdía me quedaba sin un duro. ¿Cómo iba a aceptar? ¿Jugármelo todo por un concurso? Pero el premio... dinero y tres deseos. Podría pedir el amor que tanto he buscado y aún me quedarían dos cosas por pedir. ¿Que debía hacer? 

1 comentario: