sábado, 31 de agosto de 2013

La aventura millonaria

CAPÍTULO 4: EL YANKEE STADIUM

¿El Yankee Stadium? El béisbol no era uno de mis deportes favoritos. Aquí en Estados Unidos el béisbol era uno de los deportes más famosos, junto al hockey o al fútbol americano, pero a mí, como buen español que era, me gustaba más el fútbol europeo. 
Busqué en Internet y, como no, ese día había un importante partido a las 20:00, justo la hora que me habían dicho que había de ir. Los Yankees contra los Mets, los mejores equipos de Nueva York se disputarían un partido mientras yo, pobre de mí, habría de buscar en el sótano una miserable caja verde. Pero la prueba tenía sus ventajas, la caja que había de buscar era verde, no creo que hubiese tantas cajas verdes en ese sótano. 
Ya eran las ocho, así que le pedí a la criada que me empezara a hacer la cena mientras yo me duchaba. Cuando salí de la ducha ya tenía la cena lista, no me podía quejar de mis criadas, lo hacían todo muy bien, incluso el amor. 
Cuando acabé de cenar vi un poco la televisión y luego me fui a dormir.
Me levanté a las once, era domingo y aún no sabía que hacer. Había estado pensando tanto en el concurso que me olvidaba de los demás días. Pero después de desayunar decidí que por la mañana iría a correr y por la tarde al cine, el viernes habían estrenado una película que me llamaba bastante la atención. Así que me puse ropa de deporte y me fui a correr. 
Mientras corría, me pasó una cosa muy extraña. Estaba corriendo por los alrededores de Central Park cuando, al girar la cabeza hacía la acera de al lado, vi al mismo hombre que tres días antes me había entregado el primer sobre. Pero, en cuanto el me vio a mi, se metió en su coche y se fue disparado. Estuve todo el rato pensando en eso, estaba claro que el hombre me había reconocido, pero no sabía si en realidad él tenía algo que ver con la entidad que organizaba el concurso o era solo un hombre que fue contratado expresamente para darme el sobre. No lo sabía, lo único que sabía cierto es que ese fue el hombre que días atrás me había entregado el sobre y que hoy me había reconocido.
Al llegar a casa, me tumbé un poco en el sofá para ver la televisión y relajarme un poco. 
A las dos comí y luego, miré en Internet a que hora era la película que quería ir a ver. Había una sesión a las cuatro, otra a las seis, y la última a las nueve y media. Decidí que iría a la de las seis, así que aún tenía tiempo para hacer algo más, así que me puse a leer. Me estaba leyendo un libro de aventuras, que eran los que más me gustaban. Estuve una hora leyendo, hasta que me cansé. Me puse en el ordenador un rato hasta que se hicieron las cinco. Me vestí y aseé y cuando estuvo todo listo, cogí el coche y me fui al cine.
Cuando acabó la película me fui a un bar a tomarme algo. Después de eso, me fui a casa .
El resto del día no pasó nada, llegué a casa, cené y me fui a la cama.
A la mañana siguiente me desperté a la hora de siempre, ese día tendría que ir a trabajar, ya no podía estar malo más días. Me levanté, me aseé, desayuné y me fui a trabajar. En el trabajo no paso nada especial, fue un día aburrido como cualquier otro. 
Salí de trabajar, me fui a casa, comí y me eché la siesta. A las cinco me desperté y me hice unas cuantas piscinas hasta las seis menos cuarto. Luego me puse en el ordenador un rato, hasta las siete menos cuarto, que fue cuando decidí empezarme a arreglar ya que a las ocho tenía que estar en el estadio.
A las siete y diecisiete salí de casa y a las siete y media llegué al Yankee Stadium. Como iba a haber partido había una cola enorme, y entonces caí en la cuenta de que yo también tendría que pagar entrada si quería entrar. ¡A gastar más dinero! Me dirigí a la taquilla y compré una de las pocas entradas que quedaban, las de las últimas filas y la más barata que encontré. Aunque era rico no me gustaba gastar porque si.
A las ocho menos cuarto abrieron las puerta y todo el mundo empezó a entrar al estadio. Cuando entré yo busqué con la mirada la puerta al sótano, pero no vi nada. Es verdad que había bastante vigilancia, así que no sabía aún cómo haría para poder moverme por el estadio y buscar la puerta al sótano tranquilamente.
Entonces se me ocurrió una idea. En la cola estábamos bastante apretados unos contra otros, así que alargué el brazo y le dí una colleja a la persona que había dos puestos más para delante. La chica se giró y le gritó a el hombre que tenía yo delante pensando que había sido él quien le había dado la colleja. Los dos se pusieron a gritar en medio de la cola y vinieron los vigilantes para ver que pasaba, momento que yo aproveché para escabullirme entre la multitud y ir en busca del sótano.
Me metí en un pasillo y tuve suerte, porque al final de este había una puerta, la abrí y vi unas escaleras que descendían. Bajé las escaleras y me encontré con un sótano lleno de cajas con material de béisbol dentro.
Empecé a buscar entre las cajas la caja de color verde que decían las instrucciones.
Estuve media hora buscando y por fin la vi, pero la vi en la otra punta de la sala. Tendría que pasar entre las cajas intentando no romper nada para poder cogerla. Pensé que podía abrir la caja allí, coger el sobre que había dentro, y dejar la caja, así no tendría que cargar con ella. Justo cuando iba a mitad de camino, oí como se abría la puerta del sótano. Rápidamente me escondí entre las cajas, oí como bajaban unos hombres hablando. Decían que necesitaban otra caja de pelotas para el partido. De repente, me entraron ganas de estornudar, me puse la mano, pero lo hice tan rápido que moví una de las cajas y cayó al suelo. "¡Mierda!" pensé.  Los hombres se volvieron hacía donde yo estaba y pensé en moverme de sitio. Me moví a gatas entre las cajas y cuando los hombres fueron a ver la caja que se había caído, no me vieron. En realidad solo estaba unas cuantas cajas más para allá, pero como había tantas, no me vieron.
Afortunadamente los hombres, al no ver nada, se fueron por donde habían venido. Justo cuando oí la puerta cerrarse, me levanté y volví a retomar el camino hacía la caja. Cuando llegué a la caja, vi que era más pequeña de lo que había creído. Total, solo contenía un  sobre. Abrí la caja y vi el sobre, pero esta vez, en lugar de ser un sobre blanco como los demás, era de color azul.
Una vez cogido el sobre, salí del sótano y me dirigí hacía la salida. Fuera, cogí el coche y me fui a casa.
En casa, seguí el ritual de siempre, me senté en una silla y puse el sobre en la mesa:

-Querido Señor García, a encontrado usted la caja, ¡enhorabuena! Pero aún no cante victoria, porque las cosas se van a poner más difíciles. Hemos de comunicarle que no es usted el único que está participando en este concurso. Cómo usted hay cinco personas más participando en el mismo concurso y esperando ganar el mismo premio que usted. Pero, evidentemente, sólo puede haber un vencedor. El siguiente paso ya es el definitivo, habrá usted de concursar con los demás participantes. Reúnase con los demás participantes mañana a las doce de la noche en la entrada norte del Central Park. Esta vez solo habrá un sobre, el último sobre y el primero que lo coja será el vencedor, o no. El último sobre le indicará dónde está situado el tesoro, pero el coger el tesoro será la última prueba, una prueba que el vencedor tendrá que hacer en solitario. El último sobre estará situado en los alrededores del Lago de Harlem, en la parte norte de Central Park. Lo hemos escondido bien, así que no os será fácil encontrarlo, pero no se preocupe, tienen toda la noche. Esperamos verle mañana a las doce en la entrada norte de Central Park, no lo olvide y ¡buena suerte!
Firmado: Concursos y apuestas V.I.P


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